ÍDOLOS
Día para hablar de ídolos.
Ídolos, no porque estén arriba, sino por cómo andan por la
vida. Porque saben ganar pero, sobre todo, perder. Porque saben levantarse y a
no encariñarse con el suelo. Porque si te esfuerzas y das lo mejor de ti, no
has perdido, sino que has aprendido.
No hago deporte. Por vagancia, más que otra cosa. No soy una
gran entendida, pero disfruto viendo partidos de tenis. Desde siempre. No es de
ahora.
De pequeña veía a Juan Carlos Ferrero. Tan rubio y tan guapo.
Tocó el éxito un instante. Subió y bajó casi al mismo tiempo. Luchó y trabajó,
pero le pudo la cabeza. Entendí que el éxito no estaba en ser el número 1, sino
en saber que puedes serlo. En creértelo. Nunca se lo creyó del todo.
Después vino David Ferrer. El hombre que sería Rafael Nadal,
sino existiera Rafael Nadal. No he visto a ningún tenista que luche tanto, que
no dé nunca nada por perdido. Le admiro.
Roger Federer hizo elegante el tenis. Ese revés a una mano…
Hizo que pareciera fácil lo difícil. Es leyenda sin quererlo. Un señor.
Y Rafael Nadal. Le he seguido desde que jugaba con 14 años en
el polideportivo Pisuerga. Desde que no se le conocía, pero él ya proyectaba su
nombre en grande. Ejemplo de muchas cosas. De esfuerzo, de lucha, de
concentración,… Se crece en las adversidades.
Por tanto, soy fan de los que son fuertes. De los que
flaquean y les sirve para coger impulso. De los que no ponen excusas. De los
que creen en ellos. De los que no predican con palabras, sino con hechos. De
los callados, que con lo que hacen, ya lo dicen todo. De los que saben que la
suerte es sólo una circunstancia y que el único camino para el éxito es el
esfuerzo. De los agradecidos. De los que tienen valores y los aplican. De los
que son honestos. De los respetuosos. De los que saben distinguir el juego de
la vida.
De los que, en definitiva, por las noches, pueden dormir
contentos por cómo son.