domingo, 25 de septiembre de 2016

Mitades



La mitad del todo



El “Jerte en Chanclas” porque podía haberme dado la vuelta y no lo hice. Podía haber esperado sentada a que el trabajo viniera a buscarme. Podía no cumplir las promesas que hago. Podía dejar las cosas a medias, pero prefiero llegar al final.

Dejo cosas a la mitad. Como todos. Pocas, eso sí.

Tengo un jersey empezado que nunca terminaré. Porque pierdo la paciencia. Porque no se dar puntadas sin hilo. Porque soy zurda y no sé ser diestra.

Tengo historias empezadas. Con gente. Que no tengo muy claro en qué punto están. Supongo que terminadas. O cerradas en falso. O mal empezadas. A la mitad, eso seguro.

Tengo libros por leer que no se si terminaré algún día. Ese perfume se me hace demasiado denso, Nancy debe seguir escribiendo su diario, y a saber dónde están las cenizas de Ángela.

Tengo en el cajón conversaciones, frases inacabadas y cafés que se enfriarán antes de que me los tome. Quiero decir muchas cosas y que se entiendan mis silencios. O por lo menos, se respeten.

Tengo un proyecto de libro. A la mitad. Sin título. Sin final. No tiene nombre porque no he visto ninguno tan claro como el de este blog. No termina de ninguna forma porque para ello tendría que saber cómo termina la historia de la protagonista que, en definitiva, es la mía.

Tengo ganas de compartir con vosotros a Julia. Poco, muy poco. Un trozo. Porque ella también deja las cosas a medias, porque es humana.

“Ya lo sabía. Le gustaba esa sensación de haber dado en el clavo. Sin embargo el clavo estaba un poco más a la izquierda. Era un principio. Sonrío. En esos momentos se creía importante.  Al momento se acordó de Marcos. Volvió a sonreír. Sin buscarlo lo encuentras. Perfecto, maduro, en definitiva, PARA TI.. pero con un pasado. Sí, como todos. A todos le persigue. ¿Querías un defecto? Pues ahí lo tienes. Sin saber porqué, pensó en aquel día. En el que había salido corriendo. En el que pensó que era el final, ignorando que, sin embargo, era el principio….”

“…Por supuesto que no era perfecta. Eso estaba claro. Quizás no era cuestión de cambiar, sino de ser la misma Julia de siempre. No, eso no. No servía. Si eres la misma Julia de siempre, pierdes a Marcos; si eres otra, pierdes a tus amigos. Demasiado complicado. ¿Término medio? No hay. Sé tú misma. ¿Cuál de todas? ¿Y si me pongo mechas? ¿Para qué? ¿Para parecer alguien que no eres? ¿Para justificar tu tontería perenne? Definitivamente, el sábado voy a la peluquería. Sin motivos, porque sí. Para ser rubia. Solo eso…”

Dejo cosas a la mitad. Si. Y este libro es muestra de ello, pero si no se dejaran cosas a la mitad no estaríamos vivos. No entenderíamos que las mayores casualidades son las que más te atrapan y que todos, en algún momento, hemos tenido la sensación de que nos dejaron escapar.

Todos hemos buscado sin encontrar y hemos encontrado sin buscar.

Todos hemos tenido peleas que nunca entendimos y que nunca hablamos.

Todos dudamos de cuándo poner punto y final, y lo pusimos demasiado tarde.

Todos sentimos un beso o un abrazo que nunca dimos.


Todos dejamos cosas a la mitad. Y así debe ser. 





domingo, 18 de septiembre de 2016

Segundo porqué

Soy

“El Jerte en Chanclas” tiene muchos porqués, así que vamos con el segundo. Porque sin Jerte no hubiera habido chanclas, sin los vitorianos no hubiera habido Jerte, sin ella no conocería a los vitorianos y sin la Ruta Quetzal dudo que ella y yo nos hubiéramos conocido; incluso dudo de que alguna vez nos hubiéramos llevado bien.

Ruta Quetzal. 

Depende de con quién hables, necesita todas las explicaciones o no necesita ninguna. Puedes conocerlo y desconocerlo. Puedes hacerte una idea puedes desear haber ido, pero la realidad es que si no has formado parte de ello, es como intentar escribir sobre Brasil sin haber ido nunca.

Viaje iniciático y cultural dirigido a jóvenes de entre 15 y 17 años que pretende acercar España y América del Sur a través de la convivencia de 350 personas de 50 países diferentes.

Hasta ahí la parte objetiva. La explicación corta que se queda muy corta. Pero mes y medio no se puede resumir en un párrafo.

Fui llena de miedos y volví sabiendo que el miedo no era una opción. O sí, pero no una excusa. Viví y me quejé a partes iguales. Me sentí privilegiada y a ratos no lo valoré. No me perdí ni tampoco me encontré. No hui de ningún sitio ni luego volví con más fuerza. No pensé que lo necesitara hasta que, en algún momento, se volvió imprescindible.

Soy Ruta. Me mojé, lloré y me quemé.

Soy de los que preguntaron “¿cuánto queda?” y “poco” eran tres horas.

Soy Ruta. Me caí y me levanté. Tuve calor y sed.

Soy de los que cantaron bajo la lluvia, de los que se levantaron a las cinco de la mañana e hicieron aeróbic frente al mar.

Soy Ruta. Tuve le mundo en la mano y la vida en una mochila.

Soy de los que lloraron la muerte de Miguel de la Quadra-Salcedo, de los que sintieron que un pedacito suyo se iba con él y de los que piensan que el show debe continuar.

Soy Ruta. Aprendí que el no es no, que el fracaso es parte del aprendizaje y que, a veces, se está más guapo callado.

Soy de los que rieron y comprendieron que la risa suena mejor cuando es auténtica, que los desayunos saben mejor cuando tienes hambre y que estar rodeado de gente no te garantiza estar acompañado.

Soy Ruta. Piso fuerte, dejo huello y calzo unas Panama Jack. Me queda bien el verde y llevo mangas largas en verano.

Soy de los que durmieron bajo las estrellas, se empacharon en el Guggenheim y de los que no tuvieron fronteras.

Soy Ruta y formo parte de algo importante. Tengo amigos que me conocen mejor que yo mismo. Tengo responsabilidad. Tengo recuerdos mientras tenga memoria.

Soy de los que volvieron a casa con moho en la capa, suciedad en la ropa, oliendo a tigre y pidiendo permiso para abrir una puerta. Soy de los que volvieron reeducados, inconformistas y agradecidos. Sin perjuicios, valientes y cambiados. Soy de los que se reinventaron y terminaron siendo una mejor versión de sí mismos.

Soy Ruta. Subí un volcán y lo bajé rodando. Busqué al caracol púrpura y no lo encontré. Me duché vestida y no me aclaré el pelo. Vestí igual que todos, pero me sentí especial.

Soy de los durmieron y comieron a deshoras, soñaron despiertos y vivieron dormidos. Ganaron la partida al cansancio y siempre pudieron un poco más. Soy de los que dijeron “no puedo” y nunca se lo aplicaron.


En definitiva, SOY RUTA. 


domingo, 11 de septiembre de 2016

Porqués



ANTES DE QUE CUENTE DIEZ

Podía haber sido el “El Pez de Aluminio”, “La Coca Cola, sin hielos, por favor” o “El Kiwi Naranja”… pero no, es “El Jerte en Chanclas”.
¿Y por qué? Preguntaron los que no lo entendían. ¿Y por qué no? Preguntaron los vascos.

Y cómo explicación, solo os diré una cosa: cuando un amigo, de los de verdad, te dice algo, aunque te suene a surrealismo absoluto… ¡hazle caso! Y si le miras incrédula y te pone cara de persona convincente… ¡hazle caso! Porque sino, lo más fácil es que termines yendo en chanclas por el Jerte, en busca de las piscinas naturales, que entremedias te dé el mareo de tu vida, y para hacer la estampa más idílica si cabe, te llame tu madre para preguntar a qué hora irás a cenar.

Y me podía haber inspirado cualquier otra cosa, o se me podía haber ocurrido cualquier otro título, pero, sin duda, “El Jerte en Chanclas” define a la perfección el momento en el que estoy, todo lo que significáis para mí y, además, es una declaración de intenciones clarísima… Prometo que la próxima vez me pondré una deportivas.

Porque son 6 años, o 7, o 9, que se me han pasado como 10 minutos. Que el estar con vosotros siempre me sabe a poco y por ese poco que me falta, siempre quiero un poco más.
Porque no me acuerdo como era la vida sin vosotros, pero lo de que si estoy segura es que no era mejor que ahora.

Así que este blog es tan mío como vuestro, porque sin vosotros ni siquiera tendría título.

Por los dinosaurios, las pikas y el “LE” en vez del “LA”. Por las neskas y los blusas, y por los trajes. Nunca disfraces. Por los fuegos artificiales a 350 km de la civilización. Por los jerseys nocturnos y los tópicos tan típicos y tan verdad. Por las tartas sin frutos secos que tengo alergia. Y por esas mismas tartas de Nutella. Por las playas de perros que parecen un corral de gallinas. Por los sinsentidos, los Scategorys y el equipo más nulo que he conocido jamás. Por las vacaciones sin planear y la incondicionalidad, que aunque lleves dos años sin aparecer por allí, nunca la ponen en duda.

Por los “para siempre” que cobran sentido y no se dicen gratuitamente. Por las risas infinitas y unas sábanas toalla. Por los guías por Barcelona y los BK que no son Burguer King. Por las “mentiras” de diez en diez. Por las navidades en un ático y dos pollos para tres. Por las chapelas. Y los lauburu. Por las distancias que se acortan y los abrazos ganados a pulso. Por las visitas de sorpresa. Los cafés. Y los tuppers llenos de fresas.

Por las fotos en blanco y negro. Pero más por las de color. Por los regalos. Los momentos. Los tiempos. Las bobadas. Las cosas serias. Por las manías. Por los secretos a medias. Por que si. Porque no. Porque siempre sea así. Porque es imposible no quereros. Porque es una suerte teneros.


“Y empezar la casa por el tejado, para poder dormir, cuando tú no estás a mi lado”



domingo, 4 de septiembre de 2016

Sigo siendo yo




 God Knows
                       

Me dicen que he cambiado, pero no tanto como para dejar de ser yo. Me siguen molestando cosas. Muchas. O pocas, según se mire. Me importan pocas. O muchas. Según la importancia que cada uno le dé.

Me molesta la persiana muy bajada, me sobra el quedar bien y me falta una sábana fresquita en verano. Me molesta que quieran quererme y que lo dejen en un mal intento. Que quieran desaparecer y que no lo hagan nunca. Que los dichos no coincidan con los hechos y que anochezca muy pronto en invierno.

Me molesta la estupidez humana, los bolígrafos destapados y la impuntualidad. Que seas mi amigo a ratos. El “yo” por encima del “nosotros” y que solo escribas cuando te aburres.

Me molesta molestar. Que me molesten. Buscar en el bolso sin encontrar. Ponerme la coleta y que no quede lo suficientemente tirante. Que las cosas no estén en su sitio y que aparezcan después de haberlas buscado un siglo.

Me molesta tener que dar la vuelta a toda la manzana cuando lo único que quiero es cruzar al portal de enfrente. Me molesta más el “cómo” que el “qué”, y el “quién” más que el “cuándo”.

Me molesta que no entiendas un no. Ni un si. No me importa que no me entiendas. Las fotos borrosas y despertarme antes de que suene el despertador. Me molestan los anuncios cuando veo una película. Los dibujos que nunca llegan y saber que cuánto más tarde, mejor.

Me molesta pedir perdón y decir te quiero. Me molesta no tener un folio donde escribir y tenerlo que hacer directamente en el ordenador. Me molesta no tener una letra bonita y que las mejores ideas se me ocurran antes de dormir.

Me molesta la gente. A veces. La soledad. A veces. Ser incoherente. Ser racional. Demasiado. Atar cabos y entender que estaban mejor desatados. Me faltan momentos y me sobra gente.

Y cómo de lo que me molesta a lo que me importa hay un mundo, nada como entenderlo y diferenciarlo. Nada de líneas estrechas, ni de líneas que se cruzan. Líneas paralelas. Sin nada que ver.

Me importa mi familia. MI FAMILIA. Me importa saber que la sangre no hace más que hacernos compartir un algo que, a menudo, no es suficiente.

Me importa no tener abuelos. Saber que estarían orgullosos de mí. Me importa la Rufa.

Me importan mis amigos. Fundamentalmente los que no gritan que están, porque estando ya lo han dicho todo. Los silenciosos. Los que hacen más que dicen.

Me importa saber por quién poner la mano sin perderla. La izquierda.

Me importa multiplicar. Se me olvidó dividir.

En resumen, me importa ESA GENTE. 

Me importan. Mucho. Me importan. A secas.